Capítulo 13. Pasado.

Varios años atrás en el tiempo.

En un pequeño principado, un niño de la nobleza nació con una personalidad muy distinta a la del resto de su clase. Siempre estaba interesado en conocer más del mundo y de su gente, no percibía barreras sociales con nadie. Sus padres intentaron con insistencia enseñarle que no debía mezclarse con personas inferiores a él, pero nunca lograron convencerlo de ello. Su nombre era Dorba. Ese niño fue aborrecido por muchos otros nobles, quienes lo veían como alguien pendenciero que prefería tomar partido por la gente humilde antes que por los de su propia clase. Su actuar se regía siempre por lo que consideraba como justo, y no temía crearse enemistades con gente poderosa si creía que ésta debía ser detenida por sus prácticas abusivas y tiránicas. Jamás se le veía jugar con amigos, pues entre sus iguales solían verlo como un “noble indigno”. Una situación que muchas veces ocasionó que quisieran intimidarlo a punta de golpes, dejándolo lleno de moretones y heridas que nunca fueron suficientes para quebrar su espíritu. 

Preocupados por los riesgos que corría su hijo, cuando Dorba cumplió once años, sus padres decidieron adelantar el regalo que tenían planeado darle hasta su decimoquinto aniversario de vida: la transmisión directa de Goan. Fue entonces cuando el niño conoció a Bopo, aquel anciano heredero del Goan original. Al momento de transferirle el poder, al viejo le sorprendió encontrar a un niño simple y curioso que no paraba de sonreír y hacer preguntas. Descubrió en él a un pequeño amable que carecía de esa pedantería que la gran mayoría de herederos de la nobleza solía tener desde temprana edad. Dorba lo interrogaba insistentemente para escuchar todas las vivencias acumuladas a lo largo de muchísimas décadas de experiencia. Al viejo le encantaba sentir que, por primera vez en tanto tiempo, alguien lo valoraba más por su persona que por el poder que llevaba consigo. Ese día, Dorba recibió de manos de Bopo el Goan por el que sus padres pagaron, pero ahí no terminó la relación con el heredero original. Se engendró una amistad poco común entre un niño y un viejo. 

Dorba no quería alejarse del renombrado anciano y logró convencer a sus padres de que Bopo sería el mejor mentor para el uso de sus poderes. Encontró la excusa perfecta para salir a conocer el mundo junto a una de las personas más importantes en la historia de la humanidad. El viejo le tomó mucho cariño a ese niño, llegándolo a considerar como su propio hijo. Para aquel longevo hombre totalmente concentrado en extraer valor monetario del regalo que obtuvo de la Cueva del Poder, la presencia de ese pequeño vino a revigorizarle su gusto por las cosas simples de la vida. Se convirtió en el protector de Dorba ya que sus progenitores, aunque nunca lo dijeron, siempre se decepcionaron del comportamiento de su heredero. Obtuvieron de su partida al lado de Bopo, ese alivio que les permitía librarse de la culpa por sentir rechazo hacia su propio hijo. 

A diferencia de sus padres, Bopo dejaba florecer sin restricciones la personalidad del niño. Veía con curiosidad cómo el chico no se obsesionaba con los lujos y la vida asegurada que podía tener por su clase social. Algo que contrastaba con la visión personal del viejo, pues él había priorizado por años la obtención de esas comodidades por medio del cotizado bien escaso que recibió en la Cueva del Poder. Dorba era muy diferente a él, y antes que pensar en sí mismo, siempre buscaba ayudar a la gente más desfavorecida. El viejo supo entonces que tenía que presentarlo con alguien más, una personita con intereses y perspectivas afines.

-Sabes, tu único amigo no puede ser un anciano. Necesitas conocer a otros niños. Hace un tiempo le transmití Goan a un pequeño un par de años menor que tú, y he escuchado que ahora es un prodigio con el uso de éste. Además, ese niño estaba siempre obsesionado con volverse fuerte para poder proteger a su gente de los abusivos. Si los dos son lo suficientemente humildes y se permiten aprender el uno del otro, creo que se llevarán muy bien, Dorba.

-Si tú consideras que es un buen chico, yo te creo, Bopo. Y ¿cómo se llama ese niño?

-Su nombre es Rioya.

Bopo consiguió que el encuentro entre los niños sucediera. Dorba conoció a un chico de ocho años con la musculatura de un adolescente. Su cuerpo era duro y áspero, pero tenía un corazón suave que transmitía mucha paz. Entrenaba más de doce horas al día al lado de su madre, una prestigiada guerrera en retiro tras haber perdido la vista en combate. Rioya sólo pausaba las maratónicas sesiones de práctica para dedicarle atención al ser prioritario en su vida, un bebé que siempre cargaba a todos lados, su hermano Fyrod. Tras la presentación inicial, Bopo se retiró a platicar con la madre para dejar solos a los pequeños. Dorba se asombró de ver en Rioya a un diminuto niño que sin problemas le podría dar una paliza.

-Eres fuerte, amigo. Bopo dice que quieres ser poderoso para proteger a la gente inocente. ¿Eso es verdad?

La respuesta a esa pregunta vino envuelta en una enternecedora voz aguda, pero ya desde entonces resonaba en el fondo de sus palabras el alma de un valiente guerrero.

-Claro, mi cuerpo será la herramienta para permitir que personas inocentes como mi hermanito Fyrod puedan vivir tranquilas. No importa qué tan difícil sea, voy a conseguir que nadie vuelva a abusar de su poder.

Dorba sonrió, ya que ante las declaraciones de Rioya que muchos podrían calificar de descabelladas, él encontró una conexión que nunca había sentido.

-Pues quizá sea un poco más fácil conseguirlo si lo hacemos entre dos. 

El instinto de Bopo no falló, ambos niños crearon una amistad de inmediato. Comenzaron a frecuentarse y a entrenar juntos. Entre ellos no importaba quién pertenecía a la nobleza o era el más fuerte, se veían a sí mismos como un equipo con un fin común. Platicaban siempre sobre cómo al ser adultos crearían un ejército de paz que terminaría con los conflictos en el mundo. Detectaron pronto sus fortalezas personales, Rioya parecía haber nacido para pelear y podía doblegar a cualquiera, mientras que Dorba poseía un gran tacto con la gente que lo hacía entrañable. Sabían que en el futuro tenían que reclutar a más personas, les gustaba imaginar que tal vez Fyrod pudiera unirse al equipo y aportar algo más que llantos y pañales ensuciados. 

Rioya estaba enfocado al cien por ciento en la meta de crear el grupo, y no concebía la existencia de distracciones en su vida, pero temía que algún día, Dorba pudiera aburrirse y decidir volver a una vida cómoda en su reino. Por eso no era raro que interrogara sobre el tema a su colega con la indiscreción propia de su edad.

-¿No te arrepientes de alejarte de tu castillo donde tenías sirvientes atendiéndote todo el día?

-No realmente. Mis papás siempre me trataron bien, pero nunca me sentí en casa ahí. La única cosa que extraño del principado es a una persona, a Gaena. 

-¿Gaena? ¡No me digas que te gusta una niña! –Comentó con gestos de repulsión el pequeño Rioya, sintiendo ese desagrado por el sexo opuesto que caracteriza a los niños.

-Gaena era la única amiga que tenía. Nadie sabía de ella, ya que la tuve que frecuentar a escondidas, porque era pobre. Mis padres me habrían matado de haberse enterado que la veía. Nos conocimos un día por accidente cuando me ayudó a escapar de unos niños que querían golpearme, desde entonces comenzamos a platicar y ser amigos.

-Entiendo, si es sólo una amiga no le veo problema, Dorba. Sabes, las mujeres también pueden ser muy fuertes, como mi madre. Podríamos invitarla a ser parte de nuestro ejército y así te reunirías con ella.

-Tu propuesta es muy buena, pero no creo que ella sea del tipo de mujer peleadora, Rioya.

Dorba empezó a pasar más tiempo en el bosque que con el propio Bopo, el viejo se dio cuenta de ello y no quiso interferir. La vida ajetreada de un heredero original del Goan requería viajar constantemente, por eso el anciano decidió que en su ausencia lo mejor era que Dorba permaneciera con Rioya y su familia. El pequeño noble aceptó la idea, jamás quejándose por las limitaciones que la vida silvestre ofrecía. Todo parecía seguir caminando sin contratiempos para esta joven alianza hasta que, al poco tiempo, ocurrió un suceso irreparable; la cohesión del grupo fue puesta a prueba con una terrible noticia que sacudió las vidas de sus integrantes. La madre de Rioya y Fyrod falleció por culpa de una infección en una herida que recibió en el muslo durante el mismo combate en el que también quedó ciega. Era común verla renguear con la pierna izquierda, pero nadie imaginaba que esto pudiera tener consecuencias fatales. Ella misma menospreciaba siempre lo que una herida así pudiera hacerle –en su vida como guerrera, ya había recibido daños mucho más grandes que ése, y de todos ellos pudo salir avante–, llegando a rechazar la oferta de Bopo para buscar a un poseedor de Goan con poderes regenerativos que la ayudara a sanar. Lo que ella no consideró, eran las condiciones poco asépticas de la vida en el bosque que ocasionaron que la lesión se infectara y deteriorara rápidamente, generando fiebres y malestares en ella que buscó ocultar ante los niños en todo momento. Su aprendizaje militar le enseñó que nunca debía externar sus dolencias ante nadie, fue esa formación cuadrada la que le impidió pedirle a los niños que buscaran ayuda y terminó costándole la vida. 

Sólo hasta que estuvo en un estado crítico se atrevió a llamar a sus hijos para despedirse de ellos. Se disculpó por haberles fallado, terminando ciega y en esas condiciones por no haber sido suficientemente fuerte. Estaba segura de que Rioya se avergonzaba de su caída en desgracia, pero él le confesó que nunca sufrió por ello. Fue mayor su alegría tras saber que iba a poder convivir más con ella pues, aunque antes tenían una mejor vida económica, su mamá estaba siempre en el ejército y no pasaba mucho tiempo con ellos. Tras escuchar esa confesión que alivió su alma, la madre le dijo que la llenaba de dicha el haber criado a un hombre de bien en él, le pidió encarecidamente que cuidara de Fyrod para que pudiera seguir sus pasos. 

-Sé que mis dos hijos serán grandes hombres. Luchen por sus ideales, no entreguen su vida a cambio de unas monedas como yo lo hice. Integren a Dorba y hagan una nueva familia juntos. Los amo.

La mujer murió dejando a los niños sin herencias materiales. Sus posesiones se esfumaron cuando después de abandonar el ejército, tuvo que ir vendiéndolas de manera paulatina para poder sustentar a sus hijos. En los momentos finales, subsistieron del dinero que Bopo les mandaba por cuidar de Dorba. Sólo quedó un único tesoro familiar intacto, la resistente armadura roja que ella utilizó siempre en combate, la cual años después su hijo Rioya portaría con orgullo. Dorba no sabía cómo ayudar en esos momentos. Intentó alejarse para darle su espacio a Rioya y respetar su duelo, pero éste lo buscó después de pocos días para dejarle algo en claro mientras llevaba a su hermano en brazos. Sollozante le dijo:

-Por el respeto y amor que siempre le tendré a mi madre, hoy más que nunca necesito que ese grupo sea una realidad. Nunca más la gente va a arriesgar su vida por personas poderosas que después los dejen morir en la miseria porque ya no les son de utilidad. ¡Nadie volverá a luchar por peleas ajenas que sólo benefician a unos pocos!

Aunque Rioya y Fyrod quedaron huérfanos, Dorba se encargó de que no estuvieran desprotegidos. Convenció a Bopo de que los ayudara, logrando que el anciano les diera cobijo económico a ellos al igual que a él. Los tres continuaron viviendo en el bosque, sentando las bases para que el grupo fuera tomando seriedad poco a poco. Bopo terminó volviéndose indirectamente en el benefactor de un equipo de protección de la paz. Una contradicción importante, pues Bopo era el principal responsable de comercializar Goan en todos los ejércitos y frentes del mundo, y ahora había decidido ayudar apaciguando los conflictos generados por ellas. Eso sí, nunca dejando de vender el Goan que sostenía su estilo de vida. 

La formación del grupo fructificó en algunos años. Los niños se volvieron jóvenes adultos con grandes habilidades que protegían la paz del bosque y sus alrededores. Nunca discriminaron a nadie por su especie ni condiciones sociales, siempre estaban dispuestos a auxiliar a quien hiciera falta. Generaron amistades con grupos de humanos, minotauros, gigantes de piedra, hombres serpiente, entre otros. Dorba y Rioya eran fuertes, la gente comenzó a seguirlos y el grupo tenía un brillante presente respaldado en las habilidades de ambos. Pero el futuro parecía ser aún más alentador, dado el diamante en bruto que se encontraba entre sus filas. Cuando Fyrod alcanzó los ocho años, superaba con creces las habilidades que su hermano Rioya poseyó a esa edad. Las esperanzas puestas en él eran grandes, pintaba para ser el guerrero más poderoso del grupo. Fyrod recibió su Goan cuando era un bebé, debido a los temores de su madre a que los riesgos propios de la milicia le impidieran garantizarle la espera de ver a su hijo crecer. –Tiempo después se descubrió que, en algunos casos, la transmisión de Goan a los recién nacidos permitía que el bebé asimilara mejor el Goan, pudiendo llevarlo a niveles más altos que el resto de las personas.

Era tanto el potencial que Fyrod tenía, que pronto empezó a correrse la voz en los diversos reinos del mundo, llamando la atención hasta en las más altas esferas. Dados los consistentes ataques relámpago al reino de Mankuzo Móruvel por parte de un grupo denominado como Los Tres Salvajes, la familia real buscaba renovar sus tropas con nuevos guerreros, y al escuchar sobre el poder de Fyrod quisieron reclutarlo de inmediato. Una comitiva viajó con el fin de convencerlo de unírseles, pero Rioya se encargó de expulsarlos a golpes de ahí en un evento que fue noticia en todos lados. Eso no daba muy buena imagen al reino dominante, así que el suceso cayó mal al rey, quien además de querer a Fyrod bajo su mando –pues representaba al soldado ideal; un monstruo en combate con una mente pueril que fácilmente pudiera ser moldeada–, también quería ahora acabar con la vida de Rioya por haber insultado a su corona.

Un hijo de Mankuzo fue personalmente al bosque en búsqueda de conseguir ambas cosas. Dorba y Rioya lo recibieron y se enfrentaron por primera vez a alguien que los superaba en fuerza, ni siquiera ellos pudieron hacerle frente a un poseedor de Goan azul. Viendo todo perdido, Rioya le ordenó a Dorba que se llevara a su hermano y lo escondiera mientras él compraba tiempo para que escaparan. Cuando Rioya estaba a punto de morir a manos de su rival, Los Tres Salvajes aparecieron e interrumpieron la pelea, atacando al mismo tiempo al hombre a quien venían siguiendo desde hace días. Consiguieron un hecho histórico, asesinando a un miembro de la familia Móruvel y colgando después su cabeza en la plaza pública del reino para agraviar al rey. Con este evento, la Historia mundial se echó a andar de manera irreversible. La furia de los Móruvel explotó como nunca antes, dando pie a que ordenaran realizar la trágica masacre en los pueblos natales de Los Tres Salvajes, evento que conmocionó al mundo y fue clave para terminar desencadenando la llamada Gran Revolución. Tanto Dorba como Rioya se aliaron a la postre con Los Tres Salvajes y otros guerreros para concretar la proeza de derrocar a la familia Móruvel. Los doce involucrados en la sublevación de ese día se convirtieron en héroes mundiales y resultaron admirados en todos los rincones del planeta. Uno de ellos, Moal, ocupó el cargo real que dejaron vacante los Móruvel para buscar estabilizar las cosas y reformar el gobierno. Se rodeó de algunos de sus compañeros de batalla que asumieron cargos importantes, buscando crear un gobierno ejemplar que esperanzó en demasía a la gente. Por su parte, el joven Dorba fue llamado por su pueblo natal para ocupar la posición de príncipe. Una invitación que él sólo aceptó por dos motivos: para buscar apoyar desde otro punto del orbe al gobierno de Moal en la preservación de la paz y para poder reencontrarse con alguien especial que ansiaba ver.

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