Capítulo 10. Rostros Conocidos.

En una cueva al fondo de un precipicio en el bosque.

Leiza tenía una sensación muy extraña en su cuerpo, como si contara con un peso distinto al de siempre. Mity se agitaba a su alrededor con alegría y ella creía poder entender lo que su perro le quería decir sin siquiera tener que voltear a verlo. Presentía que el enorme can le estaba pidiendo que montara su lomo para poder regresar al campamento. Hizo caso a su suposición y se subió encima de él, entonces Mity corrió a toda velocidad hacia la salida de la cueva y posteriormente olfateó el camino de vuelta a través de una inclinada subida. En unas horas habían regresado a la zona resguardada por los gigantes de piedra. Un par de esos colosales guardianes se levantaron y observaron a quienes pretendían ingresar al campamento. Reconocieron que eran parte del grupo que llegó semanas antes con Zaz y los dejaron ingresar. Mity continuó hasta la casa de campaña, donde Luespo dormía profundamente. Leiza descendió exhausta e ingresó para descansar. Cuando se empezaba a desvestir y recordaba todo lo sucedido con Tebh en la cueva, percibió un mensaje insonoro que entró por su mente.

-¿Qué hiciste?  Ahora puedo entenderte.

-¡¿Quién eres?! ¡¿Qué haces en mi mente?! -Contestó Leiza asustada.

-Mira hacia arriba.

Leiza se asomó y levantó la vista hasta detenerla en ese distintivo ojo verde de Zaz, quien reposaba como siempre en la copa de un árbol. La comunicación entre ambos fluía sin necesidad de voz alguna, los mensajes se entendían con claridad en la mente del otro. Por primera vez, Leiza era capaz de conocer las impresiones de su aliado que, entre todos sus severos daños corporales, tenía las cuerdas vocales destrozadas.

-Tienes Goan. Sólo así es posible que me estés entendiendo. ¿De dónde lo obtuviste? y ¿cómo aprendiste tan pronto a comunicarte con él? La mayoría de los poseedores de Goan nunca son capaces de hacerlo. –Interrogaba Zaz a Leiza.

-¿Eres tú, Zaz? ¿Puedes escucharme? Todo es muy extraño, creo que hay Goan azul en mi interior.

El lastimado rostro de Zaz se contrajo al escuchar la respuesta. Bajó con urgencia del árbol y se dirigió a Leiza.

-¡¿Goan azul?! ¡No debes comentarle a nadie! ¡Corres peligro! Por nada del mundo se te ocurra liberarlo en público… debo enseñarte a dominarlo cuanto antes. Quizá tengamos que abandonar el campamento ahora. Despierta a Luespo, nos vamos de aquí.

Leiza no entendía la situación, pero veía a Zaz actuar de una manera seria y decidida. Los cuatro miembros del equipo tomaron las pocas pertenencias que tenían, buscando partir hacia otro lado.

-¿Por qué no nos quedamos aquí? Han sido muy buenos con nosotros y nos han dado asilo y protección.

-No los conocemos tan bien. Sé que los gigantes de piedra son seres confiables, pero no puedo responder por todos los patrulleros. Tu vida está en grave peligro si dejas que se enteren de tu Goan azul.

Intentaron salir en silencio por la parte frontal del campamento, pero eso fue imposible, pues a algunos metros de la entrada se inició un gran barullo entre las voces de los colosales seres pétreos resguardando el acceso.

-¡Estén alerta todos! ¡Levántense rápido y pónganse en guardia! –Comunicaba un gigante de piedra.

-¡Esto es serio! ¡Es probable que tengamos que pelear! –Le contestó otro de los grandes guardianes, erigiéndose con urgencia.

Leiza, Zaz, Mity y Luespo quedaron impresionados por el ruido que generaban las piedras desplazándose con sus contundentes pasos que aplastaban la tierra. Sabían que tras esos fuertes sonidos ya no podrían pasar desapercibos en su huida del campamento, pero poco sabían ellos que, en ese momento eran la menor de las preocupaciones. Los patrulleros salieron en bandada con Seip y Dartio a la vanguardia, todos se detuvieron en la entrada y miraron al cielo. En lo alto, un batallón de guardias del reino, montados en grifos llegaban volando. Al mando estaba el general Fyrod acompañado por la generala Dannak

La tensión se volvió absoluta, Seip instruyó a un grupo de patrulleros que corrieran al otro extremo del campamento para llamar al resto de los gigantes de piedra que resguardaban aquel acceso. No era momento para guardarse algo de poder, estaban ante una amenaza mayúscula. Desde las alturas, el general Fyrod observaba con seriedad los movimientos de los gigantes de piedra y los patrulleros en el campamento. Los conocía a casi todos, vivió y entrenó con ese grupo por años. Sus antiguos aliados pudieron avistarlo a la distancia, sintiendo profunda ira de saber que el máximo traidor estaba de vuelta. Un gigante de piedra no contuvo su furia y lanzó un puñetazo a éste tan pronto como pudo reconocerlo. Fyrod se anticipó desplazándose con su grifo hacia un costado, esquivó el ataque y dirigió un mensaje de inmediato.

-Así que ahora aquí está instalado el campamento rebelde… No venimos a pelear, Seip. Sólo queremos cruzar, tenemos una misión urgente más importante que ustedes.

- Ya no somos rebeldes, la rebelión la mataste tú. Quizá ustedes no quieran pelear, pero nosotros habíamos soñado con una oportunidad de tenerte de frente para hacerte pagar por la cobardía de asesinar a tu propio hermano. –Le contestó la araña Seip, con un semblante furibundo.

-No es el momento, Seip. Sólo abran paso a nuestro batallón y nadie saldrá herido. Soy un hombre de palabra, nada le pasará a su campamento si no hacen una estupidez.

-¿Bromeas? ¿Qué palabra puede tener el máximo traidor de la historia? Asesinaste a Rioya por la espalda, ¡ni siquiera pudiste respetar a tu familia! Tu honor no vale absolutamente nada, escoria. 

Con total ecuanimidad, Fyrod continuó con la conversación.

-Seip, no nos representan oposición. En este batallón venimos dos generales y varios soldados de élite. Estarías condenando a tus tropas a ser exterminadas por nosotros. No me hagas perder tiempo, ya fue difícil convencer al rey de autorizarnos a acabar con uno de los héroes históricos, no es necesario llevarle la noticia de que terminaron siendo dos leyendas las que asesinamos. Deja ese privilegio en exclusiva para tu amigo el príncipe Dorba. 

-¿Eres idiota? ¿Además quieres acabar con Dorba después de todo lo que hizo por nosotros? Ese maldito Moal te utiliza como su esclavo para matar a todos los hombres valiosos de aquella lucha sin sentido en la que participamos.

-Dorba ya no es el mismo de antes, Seip. Es una amenaza para el reino, la decisión ha sido tomada por el rey y sabes que es inobjetable.

Aprovechando la distracción, Zaz les pidió a Leiza, Mity y Luespo que escaparan en ese instante. Se movieron con el mayor sigilo posible, pero los ojos brillantes del gato en la oscuridad revelaron la ubicación a uno de los guardias en los aires.

-¡Son el perro y el gato gigantes! ¡Generales, el rey también está en búsqueda de esos animales!

Fyrod se percató de que estaban ahí las mascotas consumidoras de la poción robada. Entonces agregó un nuevo comentario hacia los rebeldes. 

-Seip, esos animales de enorme tamaño son prófugos del reino. El Goan en su interior ya debe estar por completo asimilado, será imposible recuperarlo; no obstante, deben ser cazados por haber desafiado al rey y a sus hombres. Pero insisto, tenemos una misión prioritaria que cumplir, liberen el camino y también dejaré pasar por alto ese avistamiento en esta ocasión.

La generala Dannak no coincidió con la opinión de su colega y se entrometió en la conversación.

-No subestimes a nuestras fuerzas, Fyrod, podemos hacer ambas misiones sin problema alguno. Acabar con esos animales y tomar sus cadáveres no tomará tiempo.

La mujer ordenó a tres guardias que descendieran a asesinar al perro y el gato. Los hombres volaron con rapidez y saltaron de sus grifos hacia donde estaba ubicado el cuarteto que escapaba. Zaz recibió al primero de ellos con un golpe cargado de Goan en el pecho y lo tomó como su rival, los otros dos agresores fueron sobre Luespo y Mity respectivamente. Se trataban de soldados de primer nivel, por lo que los animales apenas podían presentarles resistencia a esos expertos combatientes que querían acabar rápido la batalla. Leiza intentó hacer uso del aprendizaje obtenido en sus lecciones de defensa y se lanzó con una patada veloz hacia el amplificador de Goan en la mano derecha del agresor de Mity. El soldado se percató de ello y la interceptó con un codazo en el rostro que la tiró al pasto, enfocó su atención de nuevo en el perro y cargó su mano con Goan en forma de electricidad para lanzarse sobre el cuerpo del can gigante. Mity fue sorprendido por la velocidad de ese oponente y recibió una enorme cortada electrizada que salpicó infinidad de sangre en un instante. El dolor del animal fue evidente, intentaba lanzarle una mordida a su rival, pero no conseguía alcanzarlo. Pese al brutal daño, buscaba serenarse y contener su poder porque Zaz le había pedido que no mostrara su aura violeta a ningún enemigo. Sin embargo, su obediencia le estaba por costar muy caro, el soldado ya lo había tumbado al piso y buscaba arrancarle la cabeza con un rápido corte transversal. Leiza vio desde el pasto cómo estaban por asesinar a su perro, sus ojos se llenaron de enojo y el semblante le cambió. Sus manos produjeron energía azul y gritó colérica:

-¡Deja en paz a Coro! 

Liberó una enorme descarga que asemejaba un rayo, la oscuridad de la noche se tornó azulada por un par de segundos y el hombre encima de Mity quedó completamente desintegrado. Tanto rebeldes como soldados observaron lo que acababa de suceder. Se dieron cuenta de que esa pequeña mujer poseía Goan azul. Los generales Fyrod y Dannak sabían de la importancia de ese nuevo descubrimiento, un suceso incluso capaz de postergar la misión de ataque al príncipe Dorba. Seip también estaba consciente de la magnitud del evento, obligándolo a tomar decisiones rápidas.

-Van a lanzarse sobre la chica, ¡protéjanla!  –Le instruyó a sus patrulleros y a los gigantes de piedra.

El general Fyrod también enfocó su atención en Leiza y modificó la estrategia.

-No tengan miedo. La niña no ha dejado de emanar aura azul desde que lanzó el rayo, quiere decir que es una novata, podremos con ella. Divídanse en dos grupos, el primero estará bajo mi mando y el segundo seguirá a la generala Dannak. Mis hombres y yo iremos tras la niña, el otro grupo atacará a los rebeldes.

Tanto Fyrod como Seip movían sus piezas tácticas. El líder patrullero le pidió a Dartio que en su ausencia tomara el mando del equipo, pues él iría a unirse a Leiza, Zaz y los demás para intentar ayudarlos a escapar. 

-¡Patrulleros, necesito que resistan este embate! Si ese batallón logra atrapar a esa niña, este mundo estará perdido. –Fueron las últimas palabras de Seip antes de separarse de sus compañeros.

Fyrod se percató de que su ex aliado se movía hacia la chica del aura azul. Intentó organizar a sus hombres, pero cuando estaba por gritarles una última instrucción, no pudo darla porque todos se vieron obligados a dispersarse cuando los gigantes de piedra comenzaron a lanzar golpes en el aire. El general decidió iniciar el vuelo hacia su principal objetivo, seguido por un grupo de soldados que lo acompañaban. Tuvieron que detener el avance cuando fueron interceptados por patrulleros montados en grifos que les disparaban con cañones a la distancia. El foco del fuego se concentraba en la cabeza del general Fyrod, a quien todos le tenían desprecio por sus acciones en el pasado. Él esquivaba sin problemas las agresiones y se daba tiempo para dar instrucciones a sus hombres.

-No se confíen porque estos sujetos no tengan Goan, son peleadores excepcionales. Manténganse agrupados y a la defensiva, yo diré cuándo es momento de avanzar. 

Seip alcanzó a Leiza y sus aliados, quienes ya sólo enfrentaban a un soldado. La araña liberó los cuatro brazos incandescentes de su espalda para aprisionar al adversario restante, permitiendo que Luespo se encargara de terminarlo con sus afiladas garras cubiertas de Goan rojo. Los cinco corrieron hacia el bosque para intentar salir de la zona cuanto antes. En la zona aérea, los hombres del general Fyrod repelían las agresiones de los patrulleros, pero él se mantenía expectante, analizando la situación en todo momento. Mientras que al otro costado, la generala Dannak les presentaba oposición a los gigantes de piedra y a los patrulleros que lideraba Dartio. Al ver cómo sus tropas sufrían para enfrentar a esos enormes seres sólidos, la generala puso el ejemplo y se desmontó de su grifo, saltando en dirección hacia un hombre de piedra. Con la pierna cubierta en aura roja, impactó el pecho del gigante con una patada, aterrizando encima de él mientras éste se desplomaba al piso. Ella podía con ellos, pero para su mala fortuna no todos sus soldados poseían esa misma fuerza. Derribar a todos los gigantes de piedra iba a requerirles tiempo, y Dartio decidió extenderlo aún más, enfrentando directamente a la generala para ralentizar al miembro más fuerte del grupo, ella no vaciló y aceptó el reto. El duelo fue muy desigual; en instantes, Dartio recibía los golpes y patadas más brutales que su cuerpo hubiera soportado, estaba experimentando por cuenta propia la fuerza de un general del rey. 

Fyrod veía cómo se desempeñaba el choque entre Dannak y Dartio. Conociendo el poder de ambos, sabía que era cuestión de tiempo para que la generala acabara con él, así que cambió de parecer y regresó intempestivamente al centro de la acción. Le pidió a su compañera que cambiaran de asignación.

-Creo que es mejor que vayas tú por la chica, déjame despedazar a estos sujetos yo mismo. No me quites ese placer. Querían enfrentarse a mí, les voy a dar la oportunidad.

La generala Dannak accedió y reagrupó a su equipo para volar velozmente hacia el costado del bosque en donde escapaban Leiza y Seip. A mitad del recorrido, Fyrod tuvo una última ocurrencia.

-Espera… ¿qué tal si mato primero a Seip y luego regreso acá?

Detenerse a escuchar esa ambiciosa petición retrasó el traslado de Dannak, regalándoles muy valiosos segundos a los fugitivos en su huida.

Esto es una urgencia, Fyrod! No podemos cubrir todos tus caprichos ahora. Tendré que destruirlos yo, no hay más discusión.

Los grupos de ambos generales invirtieron sus posiciones y ahora era Fyrod quien estaba al frente del choque en contra de los gigantes de piedra y los patrulleros. Dio instrucciones antes de iniciar el ataque:

-Conozco cada una de las debilidades de estos sujetos, entrené con ellos por años. Los derrotaremos con facilidad, pero no cometan errores. ¡No quiero que ustedes los maten rápido! Eso sería un privilegio para ellos, estos guerrilleros deben sufrir, pasar por un infierno en vida. A cualquiera de ustedes que asesine a uno solo de los rebeldes, yo mismo me encargaré de aplicarle el mismo castigo. Quiero que les causen heridas, que los dejen indefensos. Al final seré yo el responsable de darles sepultura con mis propias manos, sólo yo debo cumplir con esa tarea.

Les explicó a sus soldados que los gigantes de piedra pueden ser derrotados atacando consistentemente el mismo punto de su cuerpo. La superficie rocosa era su exoesqueleto, una capa rígida y protectora que, una vez superada, exponía sus órganos vulnerables.

-Los gigantes de piedra son capaces de sentir mucho dolor, niveles que ningún ser humano resistiría. Quiero que rompan esa piedra y lleguen a su parte interna, para luego ensañarse con golpearlos en ese punto hasta que las enormes criaturas ya no puedan mantenerse en pie. 

Los soldados sobrevolaban a cada uno de los gigantes de piedra como un enjambre de avispas rodeando a la víctima de sus dolorosas picaduras. Intermitentes brillos de punzadas rojizas chocaban una y otra vez contra el rígido cuerpo, mientras otro grupo de soldados combatían en tierra contra los patrulleros. Las tropas de élite dominaron y fueron mermando la fuerza de la resistencia, la batalla se desarrolló con recurrentes sonidos de impactos ensordecedores en el fondo, producto de los gigantes de piedra desplomándose uno a uno. 

Antes de que terminara la noche, el general Fyrod apretaba con su mano el rostro ensangrentado de Dartio. Lo liberó de su agarre para dejarlo caer al piso y dirigió unas últimas palabras a sus soldados.

-Es hora del toque final: enterrar a todo este grupo en vida. Que sea la misma madre naturaleza quien termine por matarlos y absorberlos. 

Fyrod usó su poder para generar un potente viento que levantaba la tierra, creando una zanja de proporciones cada vez más descomunales. Dejó caer en su interior el cuerpo de todos sus rivales derrotados –tanto humanos como hombres de piedra– para después cubrir el hueco con tierra que los sepultó por completo.

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