Capítulo 8. El Inicio de una Nueva Etapa.

En el campamento de los patrulleros del bosque.

Con tristeza en su semblante, Seip terminó de contarle a Leiza cómo el gran grupo rebelde se fue disolviendo tras la traición de Fyrod.

-No pudimos superar la muerte de nuestro líder, la falta de cohesión al interior terminó debilitándonos demasiado. Se formaron pequeños subgrupos, algunos de los cuales se precipitaron organizando una ofensiva inmediata hacia el reino, siendo vapuleados con facilidad. Muchos otros que se mantuvieron en pie de lucha, comenzaron a ser perseguidos sin tregua por la guardia real. Una cacería que no finalizó hasta que el rey se sintió satisfecho y declaró muerta la rebelión. Algunos sobrevivimos porque renunciamos a la causa; consideramos más importante entregar nuestra existencia a metas asequibles, en vez de morir participando en una guerra tan desigual y fútil. Sin Rioya, la alianza con los hombres de piedra finalizó, ellos regresaron al bosque para proteger el orden y la armonía en éste. Yo construí este campamento después de que quise hacer algo de valor y, junto a mi compañero Dartio, formé el proyecto que siempre deseé crear para demostrarme que podía ser algo más que una simple persona afortunada por haber bebido una pócima. 

-¿Tú tomaste una poción como la de Mity y Luespo?

-Sí, sólo que la mía contenía el poder de los brazos incandescentes, y no la capacidad de volverse gigante.

-¿Sabías de antemano el poder que obtendrías al tomar la poción?

-Así es. Pude escoger la que más me agradó dentro de varias opciones, algo que tiempo atrás jamás imaginé que sería un escenario posible. Las pociones son artículos muy costosos y mi familia no tenía muchos recursos. Gracias a que mi papá fue el soldado responsable de haber protegido a un miembro de la realeza en un intento de atentado, le fue ofrecida una poción como recompensa, la cual prefirió brindar a su hijo adolescente para que pudiera convertirse en un guerrero mucho mejor de lo que él jamás pudo ser. Consumí el líquido de la botella que me permitió hacer brotar los brazos incandescentes de mi espalda. Con ello pasé de ser un mediocre combatiente a convertirme en el más temido de todo mi grupo de entrenamiento. Rápidamente el nivel de respeto y oportunidades que se me brindaron fue distinto. Esa poción cambió mi vida, pero también me hizo sentirme culpable de ello.

-¿Estás loco? ¿Qué culpa pudiste haber tenido en eso?

-Buena pregunta, niña. Yo nunca fui el alumno más destacado de la academia. Había compañeros de generación con notables habilidades innatas, quienes dedicaban su existencia entera a entrenar. Eran muy superiores a mí, pero la poción me hizo dar un salto en la fila y rebasarlos. No por mi esfuerzo ni por mi talento, sino porque tuve la suerte de tomarla. Fui el único que pudo abandonar el grupo, todas aquellas personas que conocí en ese momento terminaron estancadas en los niveles más bajos de la milicia, ya que siempre aparecían nuevos reclutas con Goan en su interior que llegaban para superarlos con rapidez. Me di cuenta que permanecer estancado habría sido mi destino de no haber tenido ese golpe de suerte. No obstante, pronto me sorprendí cuando fui ascendiendo de categoría en la milicia y noté que haber tomado una poción era poca cosa para algunos. Los que no recibimos una transferencia directa de Goan éramos vistos como peleadores inferiores, nunca comparables con ellos. Sentí que no pertenecía a ninguno de los dos mundos. Superé al grupo de alumnos con el que me crie desde pequeño, gracias al poder de una poción, pero no pude igualar a un grupo distinto de personas que tuvieron acceso a algo incluso mejor. La llave de entrada al poder económico, social o físico, estaba siempre ligada al Goan.

-¿A qué te refieres con una transferencia directa de Goan? –Preguntó intrigada Leiza.

-En un inicio, los herederos originales del Goan, Adorisse y Bopo, lo transferían poniendo su mano sobre el cuerpo de la persona. Esto permitía que el poder llegara en un estado más abundante, aunque con una dificultad mayor para su control. Cuando Bopo pasó al modelo de transmisión por pociones, la cantidad contenida fue disminuida. El Goan es un recurso capaz de ser moldeado en tres niveles: destrucción, regeneración y creación. El potencial en éste va creciendo a medida en que se avanza de nivel. En esencia no es muy distinto al elemento más importante en este planeta: el agua. Lo más sencillo que puedes hacer con ambos recursos es destruir; el nivel de destrucción no requiere mucha destreza, sólo un amplio volumen del elemento. Una marea puede arrasar con todo lo que encuentre a su paso, pero eso no es ni de cerca lo mejor que el agua es capaz de ofrecer. El segundo nivel es el de regeneración, en donde ambos recursos, tanto el Goan como el agua, consiguen preservar la vida. Este nivel no requiere tanto volumen del elemento, pero sí un mejor conocimiento del cómo y dónde emplearlo. Por último, la máxima expresión se encuentra en su capacidad para crear; ése es el tercer nivel del Goan. Sólo el agua tiene la virtud de crear vida, y quien domina por completo el Goan es capaz de generar cosas con un mínimo desgaste de su poder. Los mayores exponentes pueden crear variaciones en su tamaño, producir fuego, viento, hielo o tierra a placer, y si lo desean, hacer que broten cuatro brazos incandescentes de su espalda. Pero no te dejes engañar, el hecho de que yo pueda hacer lo último no quiere decir que domine el tercer nivel. Significa que Bopo, el heredero original, terminó descubriendo que la única manera de conseguir transferir una menor cantidad de Goan en una poción, era aislando en ella una habilidad específica de la fase de creación. Por eso quienes bebemos esa sustancia agotamos nuestro Goan a un ritmo más lento, aunque el lado negativo sea que no podamos utilizar técnicas que no estén relacionadas con nuestra habilidad, pues nuestras reservas de Goan son muy escasas. Liberar poder en un nivel destructivo o regenerativo acabaría muy pronto con ellas. 

-¿Quiere decir que Luespo y Mity dejarán de ser gigantes en algún momento?  

-Así es, ya no podrán hacerlo cuando hayan agotado todo el Goan en su interior. Aunque es posible entrenarlos para controlar voluntariamente su habilidad, logrando así que dosifiquen de manera eficiente sus reservas. Pero yo no puedo ayudarles con ello, estás en el lugar incorrecto si buscas un mentor en el uso del Goan. Este campamento es todo lo contrario, un sitio que construí para entrenar a quienes no lo poseen, personas normales buscando hacer un cambio positivo en el mundo por sí mismos. Las hábiles mujeres y hombres que ves en este lugar, son combatientes talentosos por sus propios méritos.

-¡Eso suena asombroso! Pero, no me lo tomes a mal, ¿no es un poco contradictorio que una persona con Goan sea quien dirija este sitio?

-Es la misma pregunta que mucho tiempo me hice. Sentí vergüenza de tener, gracias a un suceso fortuito, acceso a oportunidades que otros no recibirán nunca. Quise renunciar a ese don, hasta que conocí a Rioya, quien me abrió los ojos. Él fue quien se encargó de eliminar esa culpabilidad en mí. Me hizo ver que yo era una persona afortunada con consciencia de ello y que el pensar en abandonar esa posición para ponerme en igualdad con los demás resultaba absurdo. Debía utilizar ese don para apoyar a la gente con menor suerte. Nunca olvidaré la manera en que lo dijo: “Si estás convencido de que nunca lo habrías logrado sin esa poción, dedica tu vida a buscar conseguir que, si mañana volvieras a nacer en el mundo que hoy ayudas a formar, existirían mejores oportunidades de destacarte por tu esfuerzo y no por una poción. No renuncies a tu poder, úsalo para tu causa.” 

-Ésa es una buena visión de la vida. Me gusta la manera en que piensas, Seip. Sabes, yo ya no puedo volver a donde vivía antes. Tampoco tengo Goan ni grandes habilidades, pero siempre he querido hacer un impacto en el mundo al igual que ustedes. ¿Crees que pudieras aceptar a esta joven mujer como una más de tus estudiantes? Soy pequeña y no muy fuerte, pero quizá pueda llegar a ser una buena guerrera. ¿Qué opinas?

Seip sonrió al escuchar la petición de Leiza y le contestó con rapidez:

-En este lugar no creemos que la voluntad venga siempre empaquetada en grandes tamaños. Tu entrenamiento comienza mañana a las seis de la mañana, niña.

Las palabras de Seip no pudieron ir más en serio. Al día siguiente, cuando la luz del sol comenzaba a filtrarse al interior de las casas de campaña, Dartio –su mano derecha y compañero de batalla durante varios años–, visitó a Leiza para guiarla al lugar del entrenamiento. Ahí ya todos los integrantes del grupo se alistaban para el inicio de la sesión. Sólo permanecieron en el campamento las gigantescas mascotas, Mity y Luespo, quienes aún tenían muchas horas restantes por dormir. En la copa de un árbol se encontraba en cuclillas el cuerpo delgado de Zaz, buscando presenciar el debut de su compañera en las técnicas de combate. Leiza nunca imaginó convertirse en una luchadora, en poco tiempo su vida cambió sin preverlo de manera radical. Si bien es cierto que ella era una mujer sensible y cariñosa con sus seres queridos, también tenía un aprecio por la independencia y una insaciable curiosidad por aprender y descubrir nuevas cosas. Estaba siempre dispuesta a protegerse a sí misma y a los suyos. Ahora que se sabía perseguida por el reino, el aprendizaje prioritario tenía que venir en forma de habilidades de autodefensa. No podía ser una carga para Zaz, Luespo y Mity.  

Leiza se formó con el resto de los patrulleros, quienes la miraban con extrañeza por su frágil apariencia. Se organizaron en varias filas que dejaban suficiente espacio entre ellos para tener movilidad. Entonces el instructor Dartio, quien no era poseedor de Goan, pero su técnica de combate era rápida y potente, se puso al frente. Nadie como él era capaz de conocer el potencial del ser humano en su estado natural, pues se había encargado de desarrollarse a sí mismo de gran manera. El inicio de la sesión fue abrupto, Dartio no tenía miramientos con nadie. Desde el primer minuto, Leiza recibió la máxima exigencia y ya comenzaba a sofocarse tan sólo con los ejercicios de calentamiento. Cuando pasaron a la práctica de combate, la pequeña joven descubrió lo que era el dolor físico de un nuevo modo. Su desconocimiento de lucha era tal, que no resultaba capaz ni de ponerse en guardia para defenderse. Los golpes entraban de lleno y sin ser amortiguados – impactos que resultaban ser considerables para ella, a pesar de que nadie usaba su máxima fuerza–. Dartio se detuvo a su lado a observar y no hizo nada por parar la masacre, decía que en el mundo exterior nadie iba a contener a sus adversarios. Zaz presenciaba desde arriba con molestia el sufrimiento de su aliada. Notaba que varios patrulleros en el grupo juzgaban con condescendencia a Leiza, no creyendo que fuera capaz de sobrevivir al entrenamiento más de una semana por ser una muchacha pequeña y frágil sin experiencia previa en combate. La estaban aventando a la boca de las bestias para ser devorada. Zaz podía identificarse con ello, cuando en algún punto de su vida tuvo que salir avante de la anarquía salvaje del bosque. Muchas heridas y deformaciones en su cuerpo eran el resultado de ese aprendizaje apremiante. Ver a Leiza recibir una golpiza, le hizo darse cuenta de que cometió un error al enfocarse en entrenar sólo al gato y el perro gigantes, omitiéndola a ella de las sesiones. La juzgó del mismo modo que esos patrulleros y no creyó en ella por su pequeña figura. Cayó en cuenta de que tendría que hacer algo para revertir esa omisión.

Leiza terminó demolida después de la primera sesión de entrenamiento con Dartio y los patrulleros, le surgieron dudas y pensamientos derrotistas en su intento por aprender a defenderse. En el desayuno comió con rapidez un poco de sopa para poder volver a su casa de campaña y caer rendida por horas. Fue hasta la noche cuando despertó, ayudada por la mano de Zaz tocándola con un aura rojiza mientras liberaba Goan en estado de regeneración. El cansancio y el dolor existente en Leiza desapareció por completo, consiguiendo que se sintiera mejor que nunca. Sin embargo, Zaz no tenía intenciones de dejarla en ese estado por mucho tiempo, era hora de iniciar con el entrenamiento nocturno. La llevó a una zona lejana en donde comenzaron a trabajar con las técnicas de combate. Ahí, Leiza volvió a vivir una pesadilla, pues no salió muy bien librada de enfrentarse a la enorme destreza de Zaz, quien no se contenía con ella. Lo hacía así porque sabía que necesitaba acelerar ese proceso de aprendizaje al máximo, tanto así que Leiza cayó desmayada al final de la noche. Zaz la llevó cargando a la casa de campaña y la curó con Goan regenerativo de nueva cuenta. Esa doble sesión de entrenamiento se convirtió en una nueva rutina para Leiza.

Seip se percataba del movimiento que sucedía en el campamento por las noches. Aunque nunca comentó nada, sólo lo miraba con gusto y lo usaba como argumento para refutarle a Dartio su desaprobación inicial tras haberle permitido a Leiza entrenar con el grupo:

-Yo no aposté sólo por ella, aposté por su equipo. Esos cuatro son especiales, y como equipo sabrán salir adelante.

En menos de dos semanas, los movimientos de Leiza se volvieron ágiles y dejó de tenerle miedo al contacto. Podía defenderse de igual a igual en los entrenamientos. Se estaba convirtiendo en una guerrera.


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